II Día de la Ardilla

A título póstumo

“Hagamos elogio de los hombres ilustres……Su gloria no se borrará”. Es esta una sentencia del libro del Eclesiástico que el entonces Párroco de Somió Don José Maria Julián Rubiera debió tener en cuenta al inscribir el acta de defunción de Don Dionisio Cifuentes Suárez, hoy plausiblemente homenajeado por nuestra Asociación de Vecinos. A los siempre fríos datos de la estadística Don José María añadió el siguiente elogio: “Bienhechor de esta Iglesia y de la Parroquia”. De la mencionada partida consta que el tercero de los seis hijos de Don Bruno y de Doña Isabel, viudo de Doña Carmen Vicario, sin hijos, fallecía en Gijón el 9 de enero de 1951 a los 91 años de edad. Llamado Don Dionisio desde Cuba por uno de sus hermanos, partió en su adolescencia de El Musel hacia la isla caribeña donde fue colocado como dependiente en una tienda de tejidos y confección de otro asturiano apellidado Inclán. Con el tiempo, gracias a su laboriosidad y talento, llegó a ser propietario del negocio, alcanzando una confortable situación económica que, más tarde, viudo y sin hijos, quiso compartir con sus familiares y paisanos regresando a Gijón.

BIENHECHOR DE ESTA IGLESIA, certifica Don José María Julián Rubiera. Cuando en el año 1931 se construye nuestro precioso templo parroquial no faltó el apoyo de Don Dionisio. A sus expresas se debe el artístico decorado de la capilla del Carmen y la dotación del campanario con una nueva campana. Quemada esta Iglesia el 24 de agosto de 1936, habiéndose conservado sólo las paredes y parte del tejado, se gastaron, nos cuenta Don José María alrededor de doscientas mil pesetas, de las de entonces, en su restauración. Nuestro buen párroco no nos dice de donde salieron. Pero sabemos con certeza que al menos los nuevos retablos y parte de las imágenes fueron donadas por Don Dionisio. BIENHECHOR DE ESTA PARROQUIA. Ya en 1913 contribuye a la traída de aguas a las fuentes de Somió. En julio de 1931 crea la que seria la perla de la generosidad: La Fundación Cristiana Benéfica Dionisio Cifuentes. La dota de un capital y de unos terrenos; el que utiliza actualmente el club de fútbol Estudiantes y otro, en el que construyó la Capilla de la Providencia, que sustituyó a la humilde que existía en el Camino del Fuerte, destruida por las hordas en 1936. Sabiamente decidió que todo lo recaudado en la nueva Capilla, después de atender a los gastos del culto, fuese destinado a remediar las necesidades económicas de los pobres de Somió.- el cementerio de Santa Filomena, en el que reposan sus restos, es donación suya.- Dota al barrio de San Lorenzo de una escuela en la que recibieron formación cívica y religiosa varias generaciones de niños. Como justo reconocimiento a su filantropía, que sería preferible llamar amor cristiano, en el año 1933 los vecinos de Somió consiguieron que el Ayuntamiento de Gijón titulase con su nombre la Avenida que discurre desde el Campillo de la Cruz a la carretera del Piles al Infanzón. En 1973 la Asociación de Familias de Somió, presidida por el abogado Don Ricardo Sánchez de la Viña, con la aportación económica del vecindario, le dedicó un busto realizado por el escultor Francisco González Macías, instalado en la Plaza de Villamanín a la sombra del viejo Carballo. La generosidad de Don Dionisio no se limitó a la parroquia de sus mayores. La Asociación Gijonesa de Caridad, La Cocina Económica, el Hospital de Caridad de Jove, el Asilo de los Ancianos Desamparados contaron con su solidaridad. Permitió que se instalase en terrenos de su propiedad el Grupo Covadonga, alquilándolos primero y dado después todas las facilidades para su compra, pero exigiendo que en caso de disolución del Grupo y de reventa pudiesen quedarse en el precio de remate la Asociación Gijonesa de Caridad, o la Cocina Económica. O el Asilo, por este orden, y en su falta, otra institución benéfica local de la misma naturaleza. En 1947 se le otorga la Medalla de Oro del Merito Social y en 1949 se le nombra Hijo Predilecto de Gijón. Y hoy “La Ardilla”, símbolo de buena vecindad, de la laboriosidad y de la astucia para proteger a los suyos. “Hagamos elogio de los hombres ilustres”…

23 de septiembre de 2005