IV Día de la Ardilla

A titulo póstumo

Doña Esperanza Prado Blanco nació en Gijón el 18 de diciembre de 1900. Cursó estudios de bachillerato en el Instituto Jovellanos siendo compañera de Don Alejandro Casona y Don Benigno Morán Cifuentes, médico y vecino de Somió siendo todos ellos alumnos del profesor Pérez Pimentel. Doña Esperanza contaba a su familia muchas anécdotas vividas en aquellos años de estudiante, cuando las mujeres eran minoría en las aulas. Se casa con Don Alfredo González Menéndez en 1923 y fundan ese mismo año “El Cometa” conocido comercio de Gijón. El matrimonio tiene seis hijos y en el año 1941 llegan a vivir a Somió a “Villa Oviñana” en el barrio de Fojanes, cuando en esa zona las casas se podían contar con los dedos de la mano. La casa de los “Torales”, la casa llamada del “Practico”, el “Templete del Carmen”, la Casa de Romualdo Alvargonzález, la casa de “Soto” y poco más. Doña Esperanza ya casada y con hijos, estudia Practicante y Matrona en la Gota de Leche, donde recibe clases del recordado Don Avelino González (fundador del Instituto de Puericultura de Gijón). Revalida sus estudios en la Facultad de Valladolid, siendo contemporánea de médicos tan prestigiosos y queridos como Don José Muñiz, de Somió, del que era gran amiga; de Don Aquilino Hurlé o Don Luis Heredia, a los que profesaba gran admiración. Ejerció Doña Esperanza de enfermera en el hospital militar que hubo en el antiguo Asilo de los Desamparados de la calle Ezcurdia, actualmente asentado en Somió.

Atendió a enfermos de todo Somió y parroquias vecinas de Deva y Castiello. Visitando sus casas por sinuosos caminos a cualquier hora del día, o de la noche a golpe de linterna, y las veces que hiciera falta, porque su prioridad era acudir allí donde se le solicitara. En alguna ocasión la acompañó su hijo mayor Javier porque tenía miedo a los animales sueltos y es que para ella nunca hubo obstáculos que la impidieran llegar hasta donde se la requería para ofrecer sus conocimientos en medicina. Eran tiempos difíciles con muchas carencias entre la población y muchos de los casos que ella atendía eran enfermos contagiosos, no estado al alcance de cualquier familia pagar un medico. Por eso somos conscientes que también su marido Don Alfredo merece un reconocimiento, porque no privó de libertad a su mujer para hacer tanto bien a tantos y tantos vecinos de las parroquias limítrofes con Somió, haciéndolo extenso también  a sus hijos.   Sabemos de buena fuente que algunos de los casos que atendió visitando a  enfermos, ella misma compraba las medicinas, llegando también a comprarles víveres para el sustento o carbón para las cocinas dado la  precaria situación económica de los enfermos y sus familias. Doña Esperanza era sencilla, cariñosa y paciente; tenía un carácter jovial y alegre, conservando muy buena relación con el vecindario de Somió. Algunos de ellos están presentes hoy aquí y recuerdan que su casa siempre estaba abierta a cualquier persona que necesitara ayuda practicando el dicho: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”. De profundas creencias religiosas Doña Esperanza poseía una de las mayores colecciones de España de postales de la Virgen, lo que hacia que mantuviera correspondencia con coleccionistas de distintas partes de Europa, América del Norte, del Sur… lugares donde la religión católica era una minoría. Ella les enviaba sellos, llaveros, vitolas de puros etc. a cada cual lo que coleccionara.  Fallece en Somió el 30 de octubre de 1994. Su personalidad humilde y discreta quizá no hubiera aprobado este sincero homenaje que le estamos brindando los vecinos de Somió al otorgarle la distinción Ardilla. Desde la Asociación de Vecinos San Julián solo hemos hecho realidad el sentir de los convecinos que la conocieron y la han propuesto candidata al premio “Ardilla” en su cuarta edición, determinado por su trabajo altruista marcando surcos profundos con su quehacer en la geografía humana y entrega a los necesitados durante muchos, muchos años. Una labor, la de “Esperancina”, silenciosa y prudente como la de nuestras ardillitas, presentes hoy en nuestros caminos y carbayeras y símbolo de vecindad como el presente acto. Y ahora vamos a entregar a los  hijos de Dª Esperanza  la insignia de oro de la Ardilla y el diploma acreditativo.

29 de junio de 2009