¿Tirar o reparar?

Era el dilema al que estaba sujeto Marcos cada vez que uno de esos robots entraba por su tienda. Mira detenidamente el cuerpo del androide examinándole con ojo crítico. Por su experiencia dedujo que aquélla máquina con apariencia femenina había sido asaltada por un grupo de ladrones, que habría intentado desmontarla y vender sus piezas en el mercado negro. El mundo está loco, pensó. La gente se gastaba millones de euros en robots inteligentes, pero cuando se trataba de ayudar a los necesitados no tenían ni un céntimo. Para luego quejarse de la delincuencia, producto de la pobreza que para ellos es “inexistente “ o un problema de otros. Pero bueno, no debía quejarse tanto, después de todo era gracias a esos ricachones que tenía un trabajo. Volvió con la examinación, y empezó a apuntar los daños en su hoja. Estaba mal, pero nada que no tuviera solución. Fue a la parte trasera de su almacén y sacó algunas piezas de repuesto que había rescatado de autómatas destrozados y de inviable reparación. Aunque mucho le criticaban por tener su tienda llena de basura inservible todos callaban al ver las obras de arte que salían de ella cuando un robot aparentemente roto entraba y salía como nuevo con un diseño diferente y único (por algo era el mejor constructor de robots del país) para él todo podía reutilizarse. El mundo ya tenía suficiente basura, y además se ahorraba dinero. Después de muchas horas de trabajo duro, la robot quedó como nueva. Se paró a contemplar su trabajo  satisfecho y aquélla pregunta que se le venía la mente cada vez que veía un robot reapareció en su cabeza ¿serán cómo nosotros? Tal vez esta robot sintió miedo cuando fue despedazada por aquellos ladrones ¿le dolió, les guardaría rencor, si no fuera porque su disco de memoria fue borrado, o simplemente lo único humano que tenía era su apariencia? En sus 46 años nunca había hallado la respuesta a esas preguntas. Lo mismo les pasaba a los políticos, que vivían con el miedo de que “esas cosas” se vengarán”. Pero en el fondo sabían que era demasiado tarde para echarse atrás, la sociedad y la economía ya se habían vuelto un dependiente de esas máquinas que tanto temían de repente en el sonido de la puerta interrumpió sus pensamientos. Un nuevo robot había llegado.

Android, el primer robot androide se desarrolló en 1970, en la Universidad de Waseda (Japón) y se llamaba WABOT-1. Tenía orejas, boca y ojos artificiales y era capaz de levantar objetos.

 

Sara Moro Méndez