Escrito en el agua – Historia de una Parroquia

Autora: Pilar Dueñas

Somió era, hasta el S. XIX, una parroquia rural de naturaleza agraria y ganadera. Fue a finales de siglo, como consecuencia del desarrollo industrial de Gijón y el nacimiento de una burguesía adinerada procedente de la minería, siderurgia, astilleros, ferrocarril, actividad portuaria, banca…, cuando la parroquia empieza su transformación.

La burguesía industrial, como podemos observar, tenía buen gusto y no quería  vivir al lado de la industria sucia y contaminante y, como podían elegir donde construir su casa, se interesaron por espacios naturales  de baja densidad de población, no lejos de sus intereses y con buenas comunicaciones. Somió reunía  estas características y en él se fijaron los Bauer, Los Bernaldo  de Quirós, Los Figaredo,  Bertrand, Ayesta… y, algo más tarde, cuando otros profesionales fueron  medrando como consecuencia de la bonanza industrial, también sintieron ese gusto de vivir en este espacio saludable y más exclusivo.

De esta transformación son testigos sus fuentes que, supervivientes, nos hablan de costumbres de otro tiempo y de las diferencias de clase y de intereses entre  los lugareños y los nuevos ocupantes. Las formas de vida de unos y otros eran muy diferentes: mientras unos disfrutaban del descanso de sus salones y jardines, otros cultivaban la tierra y pastoreaban su ganado para  el que necesitaban abrevaderos donde dar de beber  a sus vacas. Las llamadas fuentes eran, más bien, un conjunto estructural de tres elementos: fuente, abrevadero y lavadero- Así que, allí donde había agua, era  necesario este equipamiento para  la vida y las necesidades rurales.

Supongo que las nuevas mansiones vivirían de otra manera, con infraestructura propia  y el servicio necesario para  no verse afectadas de las necesidades de los vecinos.  Sus formas de vida no dependían ni del campo ni de la ganadería. Derivadas de esto debieron ser las discrepancias entre  los Bauer y vecinos del lugar para instalar a la entrada de un camino, hoy abandonado,  que lleva a la Quinta Bauer una fuente con sus abrevaderos. Al final los vecinos se alzaron con la razón  y allí se levantó  la fuente de José Rosa, autor  de la misma con ayuda  de otro vecino apellidado Tuya.

 

Ha sido la pandemia, con su exigencia de aislamiento, lo que me ha llevado a conocer esta zona  residencial de una manera más detallada: sus casas, sus caminos, su toponimia y sus fuentes. Me llevó allí la cercanía y la posibilidad de pasear con la tranquilidad de no encontrar gente y así evitar el contacto social. Casi puedo decir (tristemente) que en Somió me hice “poco sociable”.

 

Hablaré  de las fuentes y su ubicación, las cuales he ido descubriendo de manera fortuita y sobre las que me he documentado posteriormente. Si no son todas las de la parroquia, son un buen número de ellas  las que han llegado hasta nuestros días porque los vecinos han procurado conservar este patrimonio que habla de la historia del lugar y de sus gentes.

Si allí existía un núcleo de población, es de suponer que el agua estaba asegurada. Imagino que habría pozos, manantiales y quizás alguna fuente que desconozco, pero es desde comienzos del S.XX y a lo largo de su primera mitad, cuando se acomete la traída de agua hasta cerca de las casas. Esto supone una importante obra de canalización y un gran alivio para los usuarios.

Así en 1903, según figura en su placa, se construye la fuente de La Pipa en la carbayera del mismo nombre, frente  a la conocida discoteca El Jardín y la Quinta Santa Marta, mansión unifamiliar  burguesa, hoy convertida en urbanización, que conserva un tríptico a base de mosaicos con la imagen de la santa amansando al dragón a la entrada de la finca que fue residencia de los condes de Benahavis (SXIX). Sus aguas siguen siendo potables y apreciadas por mucha gente. Aguadores (personas dedicadas al oficio de acarrear agua a las casas por un precio  estipulado) y mujeres hacían cola para  llenar sus cántaros.

En el entorno del palacio de la Concepción, mandado construir por Fermín Bauer, hijo del banquero judío que llegó a Madrid en representación de la banca Rothschild, encontramos dos fuentes más. Estas son las fuentes de José Rosa, que he mencionado anteriormente. Datan de 1913 y son el vivo reflejo de aquella sociedad ganadera interesada en la construcción de abrevaderos. Los Bauer parece ser que se arruinaron tras haber  alcanzado riquezas y esplendor y, en la década de 1920, esta quinta  pasaría a ser propiedad de la familia Figaredo. El palacio resistió el paso del tiempo con distintos ocupantes: burguesía industrial, refugio de huérfanos en la Guerra Civil (refugio  Rosario Acuña) y entorno de lujo para  banquetes en la actualidad. Al lado de la fuente también encontramos otra superviviente, la casa de José Rosa cuya economía provenía del campo y la ganadería.

A poca distancia de la anterior, en el Camino de Bérbora, se ubica La Fontana. Es un conjunto rehabilitado que data de 1921 que conforma un espacio de bonito diseño.

En la plaza de Villamanín, adosada a la Quinta del Obispo (hoy Agustinas Recoletas), se construyó en 1913 también, una fuente presidida por una cabeza de león realizada en bronce en los Talleres Riera (más tarde astilleros). Al considerar que ya no era necesaria en ese lugar, para que no se perdiera, la trasladaron a la calle del Dtor. Muñiz González, a la denominada “Placina” donde se encuentra en la actualidad como símbolo del pasado, sin agua. En este entorno son de destacar la mansión de los Masaveu y el convento de las Dominicas que había sido anteriormente clínica neuropsiquiátrica del republicano doctor Fandiño.

La Fuente del Túnel, en el camino del mismo nombre, debe ser de esta época temprana porque cuentan que ya existía en tiempos de la Guerra Civil y que sus ochocientos metros de longitud subterránea servían como refugio y para atravesar la carretera de la Providencia sin ser vistos. Más bien parece un depósito al que llega el agua con tanta fuerza que vierte como una fuente. Más abajo se encuentra el lavadero y enfrente, el abrevadero.

La familia Ayesta, llegada a Gijón procedente de Oñate, a finales del S.XIX para la realización de las obras del ferrocarril Ferrol-Gijón, levanta su residencia en el Camino de Monteviento y se convierte en 1940 en la promotora de la fuente del Caño de Monteviento. La fuente se ubicó en lugar de otra muy deteriorada que ocupó el lugar de un molino de viento. Fue rehabilitada en 2007 y su entorno ofrece una suerte de balcón con buenas vistas de la parte oriental de la ciudad.

La Fuente de La Peñuca, en Camino de La Peñuca, data de 1944 y es una de las más conocidas porque atribuyen a sus aguas propiedades minero-medicinales. En su entorno se creó un espacio recreativo vallado y con bancos.

La Fuente de La Marica, de fecha desconocida, se encuentra en el Camino de Las Hayas. Es un conjunto de fuente y abrevadero al que posteriormente se añadió otra fuente más, por lo que ahora hay dos, una en piedra y otra en hierro. Forma también un espacio protegido con vallas que invita al descanso.

La Fuente del Fielato o de La Pondala ocupa el espacio de otra fuente y abrevadero derribados donde también hubo un depósito de agua para  épocas de escasez. Está ubicada en el lugar que ocupó un antiguo fielato en el que los vecinos de Somió pagaban su tributo cuando salían a vender sus productos del campo. Se encuentra en Dionisio Cifuentes esquina con la carretera del Infanzón. Fue rehabilitada en 2003.

La Fuente de Santamariña, en  Camino de Santamariña, queda próxima a la finca Bauer, en la carretera del Infanzón. Parece ser que se alzó en el mismo lugar donde apareció el manantial para evitar que se contaminaran sus aguas al correr en superficie. Consta de fuente y lavadero en una agradable área arbolada donde colocaron una mesa con bancos. Enfrente de esta área, cruzando el camino, se observa una roca bastante elevada sobre la que se asienta una ermita  que nos hace evocar Meteora a quienes echamos a volar la imaginación con facilidad.

Estas fuentes pueden suponer dos rutas de fácil realización con lo que, a la parte histórico-cultural añadiríamos otra lúdico-deportiva. Tomando como eje la carretera Gijón-Infanzón, podemos agruparlas en derecha e izquierda. La ruta de la derecha es más corta que la otra y discurre por la zona más poblada. La de la izquierda, con algunas cuestas, es más larga, pero también es sencilla.

Parte derecha: fuentes del Fielato, Villamanín, José Rosa y La Fontana.

Parte izquierda: Fuentes de La Marica, Caño de Monteviento, Túnel, La Pipa, La Peñuca y Santamariña.

Para terminar, reseñar que a día de hoy, aunque predomina la forma  de vida residencial, todavía se cultivan huertas, frutales y, en sus prados, se observa el pacer de vacas y ovejas. Esto se aprecia principalmente en la zona  de la rasa, barrio de Les Caseríes.

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