Autor: Tomás del Campo Díaz-Laviada
Porfolio de Fiestas El Carmen de Somió año 2003
Llega el Carmen, el de Somió, el que me interesa. La fiestina guapa que aún se celebra por la mañana en esi triangulín tan cuidau donde está el crucero, que es el Campu la Iglesia, al término de una procesión popular típica- de las pocas que quedan por culpa del “progreso” circulatorio y que en Somió aún se conserva- donde todos los vecinos participamos. Antaño en fila por ambos lados de la calzada, con monaguillos, niños de comunión, el párroco Don Pedro y el joven y dinámico coadjutor Don Alberto, gaita y tambor. Luego reemplazados por Don Pío, el gaiteru Juanín, Pachin el tamborileru y en los últimos años Josepín Rubio – el último vaquero “aldeano moderno” que queda en Somió- con carru vaques o de caballo, según se dé.
Era en esi campu donde se celebraba la romería de aquellos años entre las décadas 50 y 60, cuando éramos chiquillos. Por la mañana, como ahora después de la procesión, y por la tarde “la de verdad”. Aquello sí que tenía “caché” con sabor típicu. Obviamente la romería era más bien pequeña. El día anterior se iban instalando les girnaldes, les banderines de papel y los feriantes, con la presencia y “beneplácito” de la pandilla de chavales, que solían pasar muchas tardes de ocio del verano sentados alrededor del crucero. Como Maximino y Alfredo Morillón, Pepe “Medina”, Susi y Pepe Piñera, Ángel Villazón “Macuto”, Gonzalo “El Fígaro”, Eduardín y Toñi Lafuente, el “Dolfi”, Alejandro y Carlos Díaz Tuya, Pedrín – de Casa Vida- etc y otros al “socaire” de éstos, más pequeños, como Ruma –de Casa Jamino – Juanín “El Rizos” –utillero del Sporting- Andrés “El Buenu”, Miguelín “El Plomillo”, José Luis “El Freno” y Andresín “El Piqueru”, etc. Socarrones, bromistas y guasones los unos. Traviesos, picaros y enredones los otros, y esa tarde no menos, pues no dejaban tranquilos a los feriantes haciéndoles trastadas, como poniéndoles petardos entre los puestos. Un vendedor de chucherías, desesperado y harto de soportar todas las travesuras, con los brazos en cruz y delante del puestín dijo algo así: Soy un industrial que paga impuestos. Por favor, muchachos, respeten a este buen hombre y su “negocio”. Excuso decir el “cachondeo” que se montó.
Entre aquellos feriantes no faltaba “el tiro al blanco” – con una señora fuerte que te ponía por una peseta cuatro perdigones en el ceniceru- y les citaes lanches, cacharro que apenas cabía entre los árboles. Los más intrépidos, como mi hermano Felipe, competían entre sí columpiándose tan alto que sobrepasaban con creces la horizontal tocando las ramas y llamando la atención del público, así como la del “propio” que atendía la atracción y que rápidamente se disponía a frenar haciendo rozar la quilla de la lancha contra el tablón. ¿Qué pasa ¡oh!? ¿Qué pasa que hay tantu gritu? – todos los rapazos axiúntaos junto a les lanches– ¿Qué qué pasa?: que ingenues neñes soles o con pareja se atrevían a montar y por más que la falda recogían siempre se les escapaba, inflándose como un globo y dejando ver el color de sus culotes al “respetable”…. Espero que el día de “autos” veamos en esi Campu la Iglesia los romeros ataviados con trajes asturianos o con posible detalle.