El cine de Don Bonifacio

Autor: Jorge Lorenzo Benavente

Porfolio Fiesta de El Carmen de Somió 2008

Yo no soy, quizás, el más indicado para hacer esta reseña histórica, aunque siempre me precié, bromeando, pero basado en la realidad, de ser uno de los actores más meteóricos que ha dado este país. 

Debuté en la película de “Jandro” (año 1966) a los 13 años de edad, película que se rodó en nuestra querida parroquia de Somió, con actores como Arturo Fernández, Jorge Rigaud, María Mahor, entre otros, y en la que yo, al igual que otros actores jovencitos de la parroquia, actuábamos como “extras”. Un día de rodaje y 200 pesetas de recompensa, lo que, para nosotros y en aquellos tiempos, era todo un capital. La segunda película en la que intervine, conseguí ya el Oscar de Hollywood, era la película de Garci “Volver a empezar” donde había una escena en El Molinón (partido Sporting – Atlético de Madrid) y yo figuraba entre el publico que presenciaba ese partido.  Pese a esta carrera fulgurante, para poder escribir estas líneas, hube de valerme de los asesoramientos de otros de mis hermanos que me facilitaron datos con los que relatar esta historia. – Se inician las proyecciones de cine, en el año 1952, cuando mi padre, Bonifacio Lorenzo Somonte, adquiere un proyector para cintas de 16 mm. formato existente desde hacía años pero que es el que imperaba en el momento, especialmente, por tener el material de la cinta, un nivel de inflamabilidad, muy inferior a los existentes con anterioridad. La publicidad de la época, “tenga ud. el cine en su propia casa” o “vea a sus estrellas favoritas de Hollywood sin moverse del salón de su casa” fueron sin duda, los slogans que impulsaron a mi padre a hacerse con un proyector y hacer sus pinitos, inicialmente a nivel familiar y más adelante a nivel, llamémosle “vecinal”. 

No obstante, en Somió existía, con anterioridad, un cine denominado “Salón Novedades-Cinema” que se ubicaba en la posterior carpintería existente al lado de Casa Espicha, proyectándose cine “mudo” que no pudo competir con los salones de cine de Gijón (Campos Elíseos, Albéniz, María Cristina, Goya, Jovellanos, etc.) En principio, las proyecciones del cine de mi padre, se realizaban los sábados por la tarde, poco después de las 5 de la tarde, hora en que finalizaba el Colegio de las Madres Dominicas que se ubicaba en el caserón donde, posteriormente, se ubicó el centro Parroquial (Camino del Dr. José Muñiz González), era salir del colegio y poco después iniciarse el cine, al que acudían mis hermanos (yo o no había nacido, o no tenía edad para visionar películas…) y otros, entonces, niños de la parroquia, especialmente del barrio de La Pipa. Es en 1958, cuando las proyecciones se pasan a los domingos a las siete de la tarde y finalmente, en el año 1976, se pasa a las seis de la tarde del domingo. En 1959, se cambia el proyector, pues la experiencia de ver cine en casa, debía de haber satisfecho a mi padre y, además, cada vez había más personas de la vecindad que acudían a las proyecciones. Adquirió mi padre un proyector de la marca RCA, que le ilusionó, por su mayor luminosidad, calidad de imagen y mejor sonido.  Como era un proyector que no se fabricaba en España, no existían repuestos ni servicio técnico, por lo que se solventarían las averías, a través de algún conocido de la Escuela de Industrias, que hacía “replica” de la pieza deteriorada o rota y, con eso, se iba tirando. En 1970, el proyector, ya parcheado por todos sus frentes, a base de las piezas que, a medida, se le iban fabricando, es sustituido por otro, también de 16 mm. de la marca “Bell & Howell”, que es el que siguió hasta el final. En 1973, dicen que, motivado por la crisis del petróleo, los catálogos bajan el número de las películas disponibles, al tiempo que se incrementan los precios del alquiler, por lo que se hace más difícil el obtener películas distintas para no tener que repetir. Se complementaban las películas, con otros documentales que se enviaban desde distintas embajadas, como la embajada de Alemania Federal, Suecia, Inglaterra, Francia… Las películas se traían de Bilbao y de Santander y, en ocasiones, de La Coruña, venían facturadas por RENFE y a veces, llegaban fuera de fecha. Mi padre había comprado algunas películas que tenía en propiedad, tales como “D. Quijote de la Mancha” o “Torero a la fuerza” de Eddy Cantor, incluso juraría que la película “Botón de Ancla” protagonizada por Fernando Fernán Gómez, Jorge Mistral, entre otras… que, normalmente, suplían la llegada fuera de fecha, de algunas de las películas contratadas.

La asistencia era masiva, lo que hizo que mi padre, entre el año 1967 y 1968 se decidiera a modificar el salón de cine, poniendo butacas abatibles, como en cualquier cine de la ciudad, hiciera modificaciones de sonoridad, instalando una placas insonorizantes en el techo y revestimiento de madera en paredes, para evitar ecos, colocándose, también, una especie de estrados de madera con distintos niveles, para que los de las últimas filas, no se vieran entorpecidos por las “cabezas” de quienes tenían delante. El número de butacas, superaba la treintena, y el proyector, se colocó adaptando un pequeño cuarto trasero anexo al salón del cine, donde se ubicaba el proyector y quien lo manejaba, proyectándose a través de un pequeño “ventanuco” abierto en la pared. A finales de los años sesenta, mi hermano Gonzalo, establece entre todos los asistentes, un sistema de votación de las películas visionadas, estableciéndose, de esa manera, una especie de “cuadro de honor” entre las cintas proyectadas, según los gustos de los espectadores. El cine de mi padre, fue, en algún momento incluso “itinerante” desplazándose de su ubicación habitual, para ir a otros lugares, cual es el caso del convento de las Madres Agustinas, entonces de severa clausura, donde se hacía necesario introducir el objetivo del proyector, a través de aquel enrejado de la clausura, que además de reja, tenía una chapa metálica con algunos agujeros, ni superiores a una moneda de dos euros actuales. Así entre otras películas de contenido religioso, proyectó mi padre para las Agustinas, la famosa película “La canción de Bernardette”, que narraba la historia de Bernardette de Soubirous, referida al milagro de la aparición de la virgen de Lourdes a esa niña de entonces de 14 años y de constitución débil y enfermiza que resulta, tras el encuentro con la virgen, totalmente curada de sus dolencias, haciendo brotar un manantial cuyas aguas se consideran milagrosas. Películas similares, se proyectaron también en el colegio de Santa Laureana, para las niñas y para las religiosas de dicho centro, quienes, por lo regular, acudían también, una vez al año a cas, tras una merienda “familiar” proyectarles alguna película. Las proyecciones se mantuvieron hasta el año 1986, por cuanto que la aparición del video y películas y futbol en televisión hizo disminuir la asistencia. 

Sin haber censura, propiamente dicha, aún recuerdo a mi padre, colocando delante del foco del proyector, una hoja de papel, en alguna escena en que salía un beso “fogoso” … y los saltos en los asientos de los más jóvenes, cuando el “bueno” atrapaba al “malo” para ponerlo a disposición de la justicia. En otras ocasiones, no era infrecuente, al finalizar la proyección t encenderse las luces, ver alguna que otra lagrimilla fluir por la mejilla de alguna espectadora e incluso espectador, cuando la película era de exacerbado romanticismo. German el de La Pipa, Manolo el de la Carbayera, la amplia saga de los Caicoya, Elías el sacristán, Cándido del Campo, esposa e hijos, y un larguísimo etcétera. Se puede afirmar que, incluso, pasaron, en ocasiones, dos generaciones de una misma familia, por aquel entrañable salón de cine, donde se fomentaba la relación, el contacto entre unos y otros y se mantenía vivo el trato vecinal.

Qué tiempos aquellos…