Autora: Asunción Rivero Cuesta
Porfolio Fiestas de El Carmen 2016
El Restaurante “Los Hórreos” estaba ubicado en el barrio de San Lorenzo al lado de la Capilla de la Providencia. En sus orígenes fue el hogar del práctico El Musel pues desde allí podía controlar los barcos que llegaban o salían del puerto de Gijón. Más tarde Severino Canteli, constructor en la ciudad, lo compro reformándolo para convertirlo en restaurante gestionándolo personas de su confianza. En los primeros inicios Gabino Ibáñez estuvo trabajando allí como cocinero, hasta que se puso al frente de la sidrería “Toronto” (calle Ramón y Cajal) pasado un tiempo traspasó el negocio para ir a Reinosa como jefe de cocina de un hotel. Estando allí nació su hijo pequeño, Daniel y no pudo venir a conocerle hasta pasados unos días ya que tenía que preparar la cena de nochevieja del establecimiento hotelero. Estando en Gijón se encontró de casualidad con Severino y le ofreció la compra del restaurante “Los Hórreos”. Valoró la oferta y consideró que era una cantidad razonable para el negocio que se le ofertaba y no le dio miedo comenzar junto a su esposa Nieves una nueva etapa en su vida. Volvió a Reinosa a despedirse de su lugar de trabajo y le ofrecieron mejoras en su sueldo pero Gabino, que es hombre de palabra, lo rechazo pues ya se había comprometido con el negocio de Gijón. En 1982 se pusieron al frente del negocio con ganas e ímpetu pues había mucho que trabajar para poder sufragar los gastos que suponía esa nueva etapa.
No realizaron reformas hasta pasados unos años, la cafetería estaba abajo y el restaurante arriba. La primera reforma fue hacer la cafetería más pequeña y el comedor de abajo lo modificaron realizando pequeños comedores privados pensados para los eventos y reuniones de empresas que demandaban privacidad en sus reuniones.
La segunda reforma consistió en deshacer lo anterior para hacer un espacio diáfano donde poder celebrar bodas y banquetes con mayor aforo de personas y el bar con mesas. La parte de arriba la conservaron igual a lo largo de los 30 años que estuvieron al frente del negocio. Al lado del edificio principal construyeron una panera para vivienda familiar “Villa Nieves”. Ella fue la encargada de darle el toque asturiano, decorando los aledaños con los más diversos aperos de labranza, vasijas…y todo aquello que le gustara.
En 1992 compraron la parcela colindante con unos cuantos hórreos y rellenaron toda la finca con los escombros del colector de Peñarrubia para conseguir una homogeneidad en la finca. A la espalda del edificio principal colocaron la caseta de metal, que hacia la función de la barra del merendero. Algunos clientes llevaban su comida y procuraban llegar antes de la apertura del establecimiento para poder acomodarse debajo de alguno de los hórreos, que estaban semicerrados por un lado para guarecerse de las inclemencias del tiempo o del sol. También podías adquirir comida allí: tortillas, empanadas, bollos preñaos, huevos cocidos etc. o entrantes calientes (calamares, croquetas, gambas a la gabardina…) Fue un merendero muy amplio, muy cuidado, con unas características muy especiales y un clásico en las excursiones de algunos colegios de Gijón. Este matrimonio trabajo mucho para conseguir que su restaurante fuera un referente en la ciudad, en el concejo y más allá de estos límites.
En 1974 el establecimiento recibió la condecoración del mejor restaurante del norte de España y fue el PRIMER establecimiento de Gijón en recibir una ESTRELLA MICHELIN, por el culto al producto y una preparación razonablemente original. Ambos galardones conseguidos por el tesón y el buen hacer, que conllevaba ir a la Antigua Pescadería o plaza del pescado a primera hora de la mañana a buscar el mejor producto, el más fresco, intentando sacar el mejor precio. La calidad y la cantidad iban de la mano.
Recuerdan cuando Nieves partía un jamón al corte al día en el comedor o cuando llegaron a ser 16 personas en plantilla. Dos de ellos empezaron con ellos a trabajar y salieron juntos 30 años después.
Todo el trabajo se vio truncado por la enfermedad que les hizo parar y replantearse la vida de otra forma. En 2009 recibieron una oferta de compra de la parcela del merendero y no se lo pensaron mucho. Continuaron con el restaurante pero la sombra de la enfermedad no les abandonaba y en 2011, el mismo comprador de la otra parcela, se hizo con el resto. Los dos hijos del matrimonio, Edurne y Daniel, apoyaron a sus padres en la decisión y la venta se hizo efectiva y una nueva andadura comenzó para todos.
El 19 de diciembre de 2015 las excavadoras iniciaron la demolición del edificio, convertido ya en un amasijo de escombros y dejando el solar deshabitado de edificios pero lleno de recuerdos para muchos.