Autor: Fernando Ceñal Pidal
Porfolio Fiestas de El Carmen 2016
Un insigne narrador de biografías decía que se conocía mejor a un hombre por los detalles cotidianos de su vida, su día a día, que por otras grandes cosas que hubiera hecho. Es posible que sea cierto pero, en esta ocasión, a los datos anecdóticos hay que sumar una vida plagada de logros realmente sustantivos. Me estoy refiriendo a mi vecino, amigo y compañero Fernando García Álvarez, fallecido, tras larga enfermedad, el 10 de octubre del 2015. Lo conocí en los inicios del Club Rotario de Gijón, donde desarrolló una intensa y fructífera actividad. Era muy difícil de poder seguirlo en su entusiasmo por todo lo que hacía y la pasión que imprimía a su vida. Buena cuenta de ello lo tenemos en su paso por el Colegio de Químicos, del que fue decano, por el ya citado Club Rotario, por el grupo de montaña que él mismo fundó, por la Asociación de Enfermos de Parkinson y, cómo no, por la Asociación de Vecinos de Somió.
Fue él quien me llevó, hace ya un montón de años, a una reunión de la Asociación de Vecinos que se celebró en esa sede que se parece al camarote de los hermanos Marx y en la que hemos seguido colaborando. En el campo de las anécdotas son numerosas las que recuerdo de Fernando. Un día, hablando a través del seto que separa nuestras casas, me invita a dar una vuelta en avioneta; le seguí la corriente pensando que era broma pero, al día siguiente, me llevó a la Morgal y sobre la marcha encontramos a quien nos diera una vuelta sobre Gijón y nos recreamos viendo Somió desde el aire.
La imagen que más grabada me ha quedado de Fernando es la relacionada con la gestión de conseguir que un niño de Gijón, aquejado de una enfermedad irreversible, hiciera posible su ilusión de montar en globo y poder ver Gijón desde el aire. El reportaje fotográfico que recoge la ilusión del niño y también, cómo no, la de Fernando, es un documento de los que llegan al alma. A mí no consiguió subirme en globo, pero sí lo hizo con algunas personas de la Asociación, aunque esta vez en las fotografías aparezcan un poco tensos por el trance.
Podría, en fin, contar muchas más cosas. La realidad es que cuando, a través de mi ventana, veo los bancales yermos en los que hace poco cultivaba tomate – se los hizo construir altos porque en Somió decía que la ley de la gravedad era superior al resto de España-, me invade una profunda tristeza. El recuerdo que guardo de Fernando irá siempre acompañado de su entorno familiar, de Carmen, de sus hijos y nietos; echaremos de menos los cantos alegres que provenían del jardín de su casa en las frecuentes celebraciones que allí se celebraban. Definitivamente, Fernando García Álvarez vivirá siempre en el recuerdo de aquellos que tuvimos el honor de conocerle.