Engra, la gemela

Autora: Asunción Rivero Cuesta

Porfolio Fiestas de El Carmen 2023

Generosa y Engracia Diaz Cifuentes, nacieron el 28 de diciembre de 1935 en Somió, camino de Los Robles, barrio de La Pipa, en la finca la Pomarada del Pino.

Su padre, José Díaz (de La Nieta) y su madre Olvido Cifuentes (de La Formigosa) se casaron y crearon su hogar en esa finca donde ellas nacieron, construyeron la casa y el hórreo lo trajeron de la finca La Formigosa. Años más tarde dos tíos maternos, Manolo y Cándida, ambos solteros, fueron a vivir con ellos pues Cándida enfermó. Hubo que hacer reformas en la casa y ellas dormían en el hórreo.

Las gemelas (así las conoce mucha gente) fueron a la Escuelona en Fojanes, con Doña Victorina, la maestra. Al finalizar la etapa escolar, comenzaron a recibir clases de corte y confección con Pilarina, en la Carretera del Piles a la entrada de la Quinta Pidal. Aprendieron a coser y bordar, confeccionaban ropa a medida, ajuares de novia, bordaban. Todo lo hacían en su casa, allí iban las clientas a probar los modelos y realizar encargos. Fueron catequistas en la parroquia, cantaban en el coro con Milagros, formaron parte de Acción Católica Femenina. Recibieron el Bautismo, la Primera Comunión, Confirmación, matrimonio en la parroquia de San Julián de Somió. Acudían a misa todos los domingos y siempre bajaban y subían por “la cuestona” actual Camino de Monteviento.

El padre trabajaba en Moreda y cuando salía del trabajo paraba en la Eria del Piles a segar para los conejos en una finca que tenían allí. Subía la pación en un saco que ponía al hombro junto con la guadaña.

Al inicio de la juventud conoció a Corsino, pero un infortunio se cruzó en el camino, falleció su padre cuando tenían 17 años y ambas guardaron luto riguroso durante dos años, sin salir de casa y vestidas de negro.

Al finalizar el periodo de luto, volvieron a la vida cotidiana, empezaron a ir al baile a Somió Park donde se volvió a encontrar con Corsino y comenzaron la relación. Se casaron el 23 de noviembre de 1958 oficiando la ceremonia Don Pedro. Corsino era de Deva de la familia Runza y quedaron a vivir en la casa de La Pipa con la madre de ella. Los tíos ya habían fallecido. Su hermana Gene se casó un año más tarde con Alfredo Medio, vecino de Quintueles y se fueron a vivir allí.

Corsino y Engra tenían unas pocas vacas y huerta. Ella iba a vender a la Plaza del Sur lo cultivado incluso flores. Él trabajó en Mármoles Gargallo en el barrio de La Arena y luego con su vecino Herminio en Varela y Compañía sita en Marqués de San Esteban. Primero bajaba en bicicleta y luego en coche y bajaba Engra con él a la Plaza a vender.

Pero él se jubiló antes de tiempo por problemas laborales y se centraron más en el trabajo del campo. Recuerda llevar vaques a “Les Castañaliques” teniendo que cruzar la carretera de La Providencia. En verano la hierba, arduo y laborioso trabajo que había que hacer aprovechando el sol, para segar, curar y recolectar antes de que la pillara el imprevisto agua. Había dos opciones o guardarla en la tenada o hacer una vara de hierba.

La leche la entregaba a una fábrica y algo lo vendían en casa a los vecinos que iban a con la lata de la leche.

Las únicas caserías de la zona eran la de ellos y la de sus vecinos Herminio y Maruja.

Tuvieron un hijo, Luis José, que fue a la escuela de Doña Amparo (cerca de casa El Roxu en La Redonda), a la Escuelina (detrás de la iglesia) y al Corazón de María. Prosiguió sus estudios, aprobó una oposición y eligió como destino Palma de Mallorca, lugar donde había realizado el Servicio Militar. Allí conoció a Magdalena con quien se casó y tuvieron dos hijos y allí continua en la actualidad, pero manteniendo el vínculo con la parroquia, a la cual regresa cuando el trabajo lo permite.

Debido a la edad, los achaques, las circunstancias, fueron dejando poco a poco el trabajo del campo. Ella continúa plantando tomates, verduras, pimientos, calabacines… todo para el consumo propio y como entretenimiento.

Hace unos años otro infortunio se cruzó en su camino y el amor de su vida se “apagó” una noche de improviso, dejándola sola y angustiada y así sigue luchando, remando, viviendo… se acuerda mucho de él, pero no pierde la sonrisa y el ánimo. Tiene sus achaques, sus dolorcillos y un hombro que “ruxe” mucho. Está rodeada de vecinos, amigos, familiares que la llaman, la visitan y son muy atentos con ella.