Autor: Rafael Suárez-Muñiz (Doctor Geógrafo)
Porfolio Fiestas de El Carmen 2023
Aprovechando los conocimientos reportados por la conclusión de la tesis doctoral sobre los espacios de ocio de Gijón, hemos tenido el placer de recibir el encargo de redactar estas líneas por parte de la A. VV. San Julián de Somió. Sobre esta parroquia, el profesor Ramón Alvargonzález (1999) ya escribió casi todo lo que se podía escribir con su referente monografía sobre la ciudad jardín; años después llegaron los trabajos de Rodrigo Álvarez Brecht (2009) sobre los jardines privados y de Juan Lorenzo Alvargonzález (2012) sobre el Real Club de Tenis y sus precedentes.
Introducción: Somió dentro del contexto socioeconómico gijonés.
La sobradamente conocida pujanza social fruto de la industrialización de nuestro municipio desde el último tercio del siglo XIX y la consiguiente pulsación económica de la creciente burguesía y la repatriación de capitales indianos —de emigrantes que hicieron su fortuna en las Américas—, produjo unas dinámicas urbanas cuyo objeto era la reproducción —como en otras áreas residenciales españolas de expansión nobiliaria— del modelo de asentamiento de la aristocracia y esto significó la basculación residencial hacia el este gijonés. Somió, una histórica parroquia rural cuya actividad económica se fundamentaba mayoritariamente en la producción agroganadera: pasó a convertirse en un suburbio residencial de baja densidad con un modelo habitacional de viviendas unifamiliares con parcela mínima.
Es decir, un modelo de ciudad-jardín, o más bien de jardín-ciudad, ya que entre esas parcelas que no son tan «mínimas» se encuentran algunos de los mejores y mayores jardines históricos protegidos de la región y del municipio. La urbanización de Somió hizo convivir a los antiguos aldeanos con las rentas más altas del municipio; esto se intensificó con motivo de las obras de El Musel y la progresiva decantación de la industria metalúrgica y naval hacia el oeste, cuando la parroquia de Jove y el valle de Aboño constituían ese paraje residencial más naturalizado y alejado de la urbe. Por entonces, Jove era el Somió gijonés. Tales circunstancias empujaron a las familias acomodadas a instalarse en parroquias rurales libres de actividades secundarias, como sucedió en Somió.
Bajo estas líneas esbozaremos un sucinto repaso de un fenómeno globalmente descuidado como el papel de los espacios de ocio en el seno de las urbes. La parroquia de Somió (1.070 ha), situada en el extremo nordeste del municipio, ofrece una complejidad social y ocial susceptible de ser analizada. Con una breve justificación atisbaremos las razones que motivaron la aparición de reseñables espacios de ocio hostelero, deportivo, artístico pictórico y de espectáculos escénicos.
Tanto los indianos y la aristocracia, como las clases acomodadas residentes en el Gijón intramuros o con posesiones en el ensanche: establecieron sus segundas residencias y quintas de recreo en Somió. Bajo el término «quinta de recreo» subyace la posibilidad de disfrute dentro de su propia casa, lo cual determina que esa posesión dispondrá de la extensión suficiente para el ejercicio recreativo sobre unos jardines amplios y llanos. Para satisfacer las demandas sociales de estos grupos con suficiente tiempo libre: se realizó un buen número de instalaciones deportivas privadas —algunas aún sobreviven— tales como campos de croquet, canchas de tenis y frontones; las praderas de las fincas eran potenciales campos de futbol. La dispersión de estos elementos y la afluencia a los mismos se vieron favorecidas por su proximidad a las principales vías de Somió (avenida del Profesor Pérez Pimentel y carretera del Piles al Infanzón) y por la articulación de la línea del tranvía que seguía el trazado entre La Guía y la plazoleta de Villamanín, aunque de esta norma se salen los campos de croquet.
La burguesía y la aristocracia somionense podía permitirse la realización de espacios de ocio en sus fincas, un lujo al alcance de muy pocos cuando el acceso al ocio estaba tan polarizado como polarizada estaba la sociedad de clases local. Esta polarización se extiende grosso modo a lo largo de más de un siglo, desde 1853 hasta 1986, con los primeros equipamientos sociales públicos de la democracia. La reflexión es sencilla; cuando el 70 % de la población eran activos proletarios y no tenían ni recursos económicos ni tiempo semanal para dedicarlo al ocio, un selecto grupo potentado podía permitirse tener su espacio de ocio particular sin salir de su propia casa. La distancia socioeconómica y adquisitiva era abismal.
Salvo los campos de futbol barriales y algunas canchas de baloncesto y de voleibol: en Gijón no hubo instalaciones deportivas hasta la democracia, mientras que en varias fincas de Somió las había desde finales del siglo XIX, porque sus propietarios implantaron en sus residencias las prácticas deportivas conocidas durante el curso de sus estudios en el extranjero.
El primer campo de croquet reglamentario de España delante de la Finca Ayesta. Fecha: julio de 2016. Foto: archivo de Rafael Suárez-Muñiz. Cortesía de Luisa Ojeda Ayesta.
Un endemismo deportivo
La primera vez que se jugó al croquet en España fue Somió su escenario, a finales del siglo XIX. Es un deporte, por tanto, endémico de Gijón e importado desde Reino Unido; teniendo como referencia Somió, por ejemplo, se realizó un campo de croquet en el palacio de La Magdalena (Santander) para el recreo del rey Alfonso XIII. Al croquet, para los profanos, se juega con mazos, cuatro bolas y arcos de hierro. Se juega en pequeños campos rectangulares (32 x 25,6 m) que reciben el mismo tratamiento de jardinería que un green. El introductor del croquet en Gijón fue Casimiro Velasco Díaz, quien fundó el primer club del país en 1926, en su finca La Llosa (La Corolla). Hacia 1940, en la finca Santa Cristina (avenida de Dionisio Cifuentes, n.º 132) de Rafael Riva Suardíaz, actualmente de Jacobo Cosmen, se hizo el segundo campo reglamentario de España.
En la misma finca de La Llosa, una vez parcelada, se hicieron más campos de croquet. Este pedazo de falda de La Corolla constituyó la mayor concentración de campos de croquet del país. En 1960 se fundó el Penche Club delante del de Casimiro Velasco; junto a este, Julián Ayesta trazó otro campo de croquet y Andrés Ruiz de Velasco, a levante de esta parcela, proyectó otro campo de croquet a finales de la década de 1960, tal y como impulsó en el Real Club de Golf de Castiello.
En la década de 1960, la familia Álvarez-Sala ya jugaba extraoficialmente al croquet en el jardín de la actual Villa Nieves (avenida Dionisio Cifuentes, n.º 134), pero fue en 1995 cuando hicieron un campo reglamentario. En La Llonga (carretera del Piles al Infanzón), de Íñigo Bertrand, se hizo otro campo de croquet en 1985. En La Rotonda —antigua María de las Nieves— (avenida Profesor Pérez Pimentel, n.º 87), de Pepín Riva, se hizo un campo de croquet en la década de 1990, que aún sigue existiendo.
Distribución de los campos de croquet que existieron en los barrios de La Redonda y La Corolla entre 1975 y 1985. Fuente: Croquis sobre ortofotomapa elaborado por Rafael Suárez-Muñiz a partir de la información aportada por Luis Ojeda Ayesta, Benigno Piquero Rato y José Álvarez-Sala, y de la ortofoto del PNOA actual (IGN)
Grandes estructuras
Se han documentado con mayor o menor profusión cinco frontones de pelota en la parroquia de Somió. Algo sorprendente, en primer lugar, por la poquísima acogida que tuvo el histórico y efímero frontón de Vista Alegre (1893) y la ausencia de este tipo de instalaciones en el núcleo urbano. En Somió se han conocido dos frontones como atractivos diversificatorios de la actividad hostelera: el de la discoteca Oasis, desde 1955, cuando funcionó como un «parque» (merendero-restaurante-baile), adosado a la fachada oriental del edificio arabesco, y el frontón de pelota vasca que tuvo el Jai Alai en la entrada de La Guía. Se conocen partidas en el del Jai Alai en torno a 1944.
Los otros tres frontones conservados se hallan en importantes posesiones como la quinta Bauer, El Frontón (de José Masaveu Masaveu) y la casa de los Valdés-Hevia. El frontón situado en el extremo sureste de La Concepción fue construido en 1934, cuando esta mansión ya obraba en propiedad de la familia Figaredo. Un magnífico palacete proyectado por Luis Bellido en 1903, con el mayor jardín privado del municipio, la cual contaba con un lago en su interior —y su embarcadero—, cancha de tenis hierba y pradera para jugar al futbol.
Entre la carretera del Piles al Infanzón y el camino de los Pinos se abre una extensa finca propiedad de la familia Valdés-Hevia, que dispone de un frontón al fondo, adosado a la tapia, conocido al menos desde 1968, y también tuvo un campo de futbol junto a este. La parcela denominada El Frontón, sita en la avenida del Profesor Pérez Pimentel, a continuación de las casas del párroco (R. P. Luis Muiña) y de los Cifuentes, propiedad de la familia Masaveu, fue la antesala al Club de Tenis ya que disponía de una pista de hierba en el centro, que la convirtieron en tierra batida, y a continuación un frontón que aún permanece.
Canchas de tenis privadas y Real Club de Tenis de Gijón
La desprovisión de una de las canchas del Grupo Covadonga (calle Ezcurdia) para la construcción de la piscina y la conversión de la resultante en una pista rápida, amén de que la mayoría de practicantes residiera en Somió, hizo que se plantease la creación de un club tenístico monoespecífico. Antes de la creación del Real Club de Tenis de Gijón (1963) se jugaba un torneo intercanchas por las fincas privadas y también se dispuso de la aludida parcela de la familia Masaveu en 1962.
De izquierda a derecha: canchas de tenis de Vista Alegre (centro de la imagen), Villa María y El Frontón (cancha de tenis y frontón). Véase enfrente de Villa María el prado preexistente a la ubicación actual del campo de croquet de Pepín Riva y, encima, las obras de construcción del Club de Tenis. Fecha: verano de 1962. Foto: Instituto Cartográfico de Cataluña.
Las quintas de recreo más importantes tenían su cancha de tenis: como Vista Alegre (de la familia Felgueroso), Villa María (de los condes del Real Agrado), El Frontón (de la familia Masaveu) que hoy en su lugar hay un chalet, Nuestra Señora de Covadonga, La Concepción (quinta Bauer), Villa Josefina (de la familia Prendes Pando) hasta 1936 y La Redonda (del vicecónsul inglés) en el actual jardín francés del museo Evaristo Valle.
Pabellón social del Real Club de Tenis acabante de terminarse, con esas bovedillas que recuerdan al mercado de la Cebada (Madrid). Fecha: 1963. Foto: archivo de Mariano Marín.
El Club de Tenis nació como un centro deportivo y un club social, ya que en la parroquia no había ningún equipamiento. En noviembre de 1961, Florentino Cueto-Felgueroso adquirió dos fincas llamadas La Carbayera en el camino de los Rosales y la ejecución de las obras se aprobó al año siguiente. El proyecto del pabellón social, que es un hito del Movimiento Moderno, fue firmado por Mariano Marín Rodríguez-Rivas y José Díez Canteli (director de obras de la Universidad Laboral). A continuación, bajo una cota aterrazada, se dispusieron tres pistas de tierra batida y una piscina. Finalmente se inauguró en julio de 1963 y desde el verano de 1964 se viene disputando el torneo Dionisio Nespral que invita a algunas de las mejores raquetas del panorama nacional.
A modo de conclusión
Somió fue la parroquia ya no solo gijonesa sino de toda Asturias con mayor número de espacios de ocio durante toda su historia, es decir, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. El tranvía fue el vector clave para la movilización de aquellos influjos y todo ese contingente de disfrutarios llevados hacia el este del municipio. En este artículo hemos centrado el punto de mira en un leitmotiv como las instalaciones sociales particulares, pues hablar del amplio conjunto de espacios de ocio daría para más entregas. Actualmente siguen existiendo vestigios de dichas instalaciones, aunque otros han ido desapareciendo fruto de reparcelaciones y de la edificación encima, a partir de la década de 1950.