Autora: Eva Hernández
Fuente: El Comercio
Ochenta caserías. El arquitecto Valentín Arrieta ha recopilado en un estudio edificaciones del barrio que datan desde el siglo XVII.
Voluntad, sensibilidad, conocimiento y creatividad son las cuatro condiciones que el arquitecto Valentín Arrieta considera necesarias para conservar y adaptar el patrimonio y los valores de las caserías a los tiempos actuales. A través de la asociación vecinal San Julián de Somió, que querían recopilar la historia de la parroquia «eminentemente rural antes de ligarse al desarrollo industrial de Gijón desvirtualizándose de ese Somió rural», nació el libro ‘Somió rural. Estudio etnográfico y arquitectónico de sus caserías’, que el arquitecto presentó ayer en el restaurante Somió Park.
La obra, que comenzó a fraguarse en 2017, comparte en sus casi 300 páginas un primer vistazo general del estudio y análisis de la ordenación de las caserías. Después -dividido en los diez barrios que conforman la parroquia- el arquitecto va desglosando cada una de estas casas, algunas más en profundidad. En el estudio se entiende la casería como una explotación agropecuaria que tiene como centro la quintana, pero también las tierras, los animales y las herramientas utilizadas en dicha explotación, siendo una unidad de producción que se autoabastece.
Dentro del estudio, el modelo predominante era la casa mariñana, una tipología de casa con planta rectangular y un portal por el cual se accedía a la cocina, que era el centro de la casa y, a su vez, a la cuadra.
Este modelo data del siglo XVII, siendo Casa Pilu de las más antiguas encontradas gracias a una cruz con un grabado en el que indica el año: 1663. En la evolución de estas casas, se encuentra la casa de corredor, caserías de dos plantas que contaban con un corredor para secar el maíz. Dentro del estudio, se encuentra la Casa Magdalena, en La Pipa, como ejemplo. Ya cuenta con la cuadra adosada, algo que permitía que el ganado tuviera su propio espacio para entrar y salir, mejorando así «la salubridad».
Famoso tomate y sidra
Las caserías de Somió, en una primera instancia, eran llevadas en régimen de colonato, las familias producían en ellas y vivían de lo propio pagando una pequeña renta a los propietarios. Con el tiempo, la mayoría «pudieron adquirirlas gracias a que consiguieron beneficios económicos».
Entre los cultivos, se encuentra «el famoso tomate de Somió, un producto muy apreciado», destacó Arrieta. Se unen la remolacha, que abastecía a la azucarera de Veriña y el tabaco, que terminaba en la tabacalera de Cimavilla. Muchas de ellas también tenían pomarada «hacían sidra para autoconsumo, pero poca. Vendían a llagares grandes». Cuando se espichaba el primer tonel en las caserías importantes «venían los chigreros de Gijón a probarla y ver si la compraban, en el evento también participaban los vecinos».
Patrimonio inmaterial
La base principal de documentación fue «la transmisión oral de los descendientes de estas familias». Un patrimonio inmaterial «que tenemos la urgencia de investigar, es muy sensible y estamos en un momento en el que estamos perdiéndolo a pasos agigantados», lamentó el arquitecto. «Quedan muy pocos testimonios de gente que vivió esto en primera persona». De hecho, durante la realización del libro «han desaparecido tanto personas como algunas caserías». Arrieta considera este libro «un gran homenaje a los vecinos de Somió, porque han conseguido de alguna manera que, aunque este mundo desaparezca, quede en la memoria». El libro puede adquirirse en la sede de la Asociación de Vecinos San Julián de Somió a partir del próximo lunes, su precio es de 30 euros.