La Providencia

Autor: Jorge Lorenzo Benavente

Porfolio Fiestas de El Carmen 2014

Dentro de los diez barrios que conforman nuestra querida parroquia de Somió y a los que representa cada una de las diez puntas de la estrella que, junto a la ardilla, configuran nuestra bandera, esto es, Candenal, Caseríes, El Pisón, Fojanes, Fontanía-La Guía, Fuejo, La Corolla, La Pipa, La Redonda y San Lorenzo, quiero dedicar estas líneas, al último de los barrios señalados: el de San Lorenzo, donde se ubica la Capilla que alberga a la Virgen morena, Nuestra Señora de la Divina Providencia, que dio nombre a ese precioso entorno desde el que, a modo de promontorio, se divisa prácticamente, todo el concejo y ya conocido entre todos nosotros por “La Providencia”.

Esa Capilla o Ermita tiene, para quien estas líneas escriben, una especial significación, pues en ella se casó mi hija mayor, Myriam, en un día de caluroso verano para mi desbordante de emociones muy profundas, que me acompañarán de por vida.

La Capilla hoy existente, se ubica en una parcela de terreno, cerrada en todo su perímetro por un muro, que era de la propiedad de D. Dionisio Cifuentes Suárez.

Pero, es lo cierto, que dicha capilla no siempre se ubicó en el lugar en que ahora se halla, pues pasó por dos etapas previas a la actual.

Su primera ubicación fue en un pequeño recoveco ubicado en las rocas que, desde el Cabo de San Lorenzo, miran al Cantábrico, hacia la zona de la Isla conocida como de “La Tortuga”. Su origen en esa antigua ubicación, se pierde en el tiempo, y lo que se conoce de esa época, ha venido transmitiéndose de generación en generación, quedando por el camino muchos detalles que pudieran permitir perfilar, con mayor exactitud, las circunstancias de tan pretérita época.

Se dice que aquella pequeña Ermita, era atendida por un peculiar Ermitaño de escasa cultura, aunque de avispadas artes.

Decimos lo primero, porque sus rezos eran peculiares, espontáneos, no ajustados a los cánones, toda vez que, según la Leyenda, ni tan siquiera sabía rezar ni lo hacía en latín, cuya lengua le era “extraña”, pero haciéndolo a su modo, a buen seguro que no desmerecerían a aquellos otros rezos, mas ajustados a las normas y que, a la postre, los rezos de aquel singular Ermitaño, resultaban del agrado del Señor.

Cubría la Ermita, además del refugio natural del hueco en las rocas, algunas viejas maderas que aportaron los hombres de mar del lugar.

Comentábamos igualmente,  que el mencionado Ermitaño era hombre avispado y sagaz, pues cuentan las crónicas de la antigua mitología lugareña que, en ocasiones, se le aparecía un “Cuélebre” que merodeaba por la zona y el Ermitaño, sabedor de que las fuerzas estaban desigualmente repartidas y que la balanza se inclinaba en su contra, trató de ganarse la amistad del “cuélebre” y su confianza para, una vez conseguida, arrojarlo por el acantilado al mar, cogiéndole desprevenido y terminar así con su existencia.

Esa Ermita desapareció tras la muerte del Ermitaño, lo que puso fin a esa primera etapa.

Posteriormente, con posterioridad al año 1850, se construyó una nueva Ermita dedicada al Patrón que da nombre al Barrio, “San Lorenzo del Mar”, teniendo su ubicación en los terrenos que hoy constituyen el denominado Parque del Cabo de San Lorenzo, mas conocido como el “Parque de la Providencia”.

Pasados unos cuantos años, dicha Capilla, en aquella anterior ubicación, quedó semidestruida a consecuencia de un incendio, por lo que, ante el riesgo que suponía para los peregrinos su estancia en el interior de la Capilla, se optó por su cierre, lo que aconteció casi a finales del año 1896, siendo posteriormente, plenamente reconstruida y devuelta al Culto el día 10 de Agosto de 1898 hasta que, los efectos nefastos de la Guerra Civil, la redujeron casi a escombros en el año 1936.

Fue en esta segunda etapa cuando un devoto, regaló a la Capilla una talla en madera oscura de la Virgen de la Divina Providencia, que, poco a poco y con el tiempo, dio Nombre a lo que, en la actualidad, todos conocemos como “La Providencia”.

Retrató el pintor gijonés Ventura Álvarez-Sala Vigil (1869-1919) en su lienzo denominado “La Promesa”, cuadro que se representa en una de las fotografías que ilustran este artículo, esa Ermita a la que nos venimos refiriendo, cuando se ubicaba en el ahora denominado “Parque de la Providencia”. 


No sé si fue la maestría de sus pinceles, o la impresión que causó en quienes contemplaron su obra, los maravillosos paisajes retratados de la Providencia y su Ermita, pero es lo cierto que fue condecorado, por dicho cuadro, en una de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y obtuvo, también, la medalla de segunda clase en la Exposición Internacional de Munich del año 1905.

Ya por fin, en su tercera y definitiva etapa, se construyó la nueva Ermita en su actual ubicación, inaugurándose la misma el día 26 de mayo de 1946 y allí persiste hasta nuestros días.

Del fervor que despierta “La Virgen de la Providencia” entre sus devotos, dan buena muestra los textos manuscritos existente en el interior de la Capilla, donde unos piden y otros agradecen a la Virgen, todo tipo de favores, muchos de ellos concedidos por la Virgen, como lo acreditan los exvotos que cuelgan de sus paredes en prueba de acreditadas mejorías de salud.

Es en el mes de mayo, coincidiendo con el último domingo del citado mes, cuando se celebra la Fiesta de la Virgen de la Divina Providencia, que es sacada en procesión, tras una solemne Misa. 

Con anterioridad, la procesión discurría alrededor de la Ermita, sin salir de la propia parcela en la que está enclavada, y medio siglo atrás, la Virgen era llevada en Procesión desde la Ermita hasta las Escuelas de la Providencia, donde los alumnos le cantaban a la Virgen y le recitaban poesías.

En los últimos años, la Procesión parte de la Ermita hasta el acantilado del Mar, en la zona de “La Colina del Cuervo”, donde la Virgen es agasajada con numerosos cánticos y bailes regionales, acompañados por la gaita y el tambor.

Tras ese sentido homenaje la Virgen es devuelta a hombros de los fieles, a su Capilla, que resulta insuficiente para albergar a las numerosas personas que se dan cita en el lugar.

Por la tarde sigue la fiesta con diferentes rifas y subastas, sin despreciar los concursos gastronómicos y la degustación de empanadas, tortillas y dulces postres, como las famosas “casadielles”. Concluye la tarde con una serie de actos culturales, sainetes y tonadas.

Pero el bueno de San Lorenzo del Mar, no ha sido despojado tampoco de su festividad, teniendo lugar la misma en Agosto aproximadamente el domingo del segundo fin de semana del mencionado mes,  donde parte el Santo desde la Capilla siendo sacado en procesión a eso del mediodía y es llevado a hombros en la conocida “Procesión del Encuentro”, hasta el acantilado del Cabo de San Lorenzo, en la parte baja del Parque de la Providencia, produciéndose en ese punto el encuentro con el San Lorenzo de Tierra, cuya Capilla se ubicaba a orillas de la Playa, a la izquierda de la antigua Pescadería Municipal, hoy oficinas del Ayuntamiento gijonés, según se entra,  y pegante a la Torre de los Jove Hevia, capilla hermosa que muestra en sus muros, las huellas del tiempo y las erosiones implacables del mar.Dicha capilla se destina hoy a diversas exposiciones, hallándose ya, fuera de culto.

Pues bien, San Lorenzo de Tierra, acude a la cita a través de una embarcación que surca las aguas pegantes a la costa a modo de procesión marinera y en ese punto del acantilado, se produce el encuentro, saludando los de la procesión marinera que portan al San Lorenzo de Tierra, mediante las bocinas y sirenas de sus barcos, a los fieles que siguen la procesión de San Lorenzo del Mar, quienes responden a los saludos desde lo alto del acantilado.

Producido el encuentro, retornan las procesiones a sus respectivos puntos de origen y en la Ermita de la Providencia, seguidamente se celebra Misa solemne para, a continuación, tomar el vermout en el propio Parque e incluso, comer allí mismo, para quien así lo disponga, pues se dispensan comidas y bebidas en la Carpa instalada al efecto.

Yo, personalmente, tengo en la Providencia a uno de mis mejores amigos, Tino González Canal. Nos conocemos desde muy niños y nuestra amistad perdura y perdurará siempre. Recuerdo en aquellos años de niñez, nuestras excursiones a la Isla de la Tortuga (ya sin Ermitaño que la guardara), cómo había que pasar sobre un cable metálico donde poníamos los pies y otro, paralelo a aquel y mas alto, donde te sujetabas con las manos. Parecíamos los aventureros mas arriesgados del planeta. Tampoco ha salido de mi recuerdo, aquellas incursiones en las galerías de las antiguas baterías de costa militares, polvorín y almacén subterráneo,  donde corría el rumor de que, el que entraba en ellas, al ser como un auténtico laberinto, le sería muy difícil volver a salir… el riesgo, ante tal rumor, acrecentaba nuestro espíritu de aventura, no sin antes tomar alguna precaución, como la de realizar marcas con tiza según nos adentrábamos, no fuera que el rumor, se convirtiera en realidad y no llegáramos a casa para la hora de cenar…, ganándonos la colleja de rigor.

Aquellas instalaciones militares, que el Ejército había adquirido entre los años 1945 y 1946, con una superficie total de 141.685 metros cuadrados, fueron enajenadas, casi cincuenta años después,  al Ayuntamiento por parte del Ministerio de Defensa para su destino a zona verde, tras gestiones iniciadas en 1993 que concluyeron con la escritura de venta que tuvo lugar en fecha 30 de Noviembre de 1994, al igual que sucediera, poco antes, con el Cerro de Santa Catalina, anteriormente también de propiedad militar.

Finalmente, el 8 de agosto de 1997, se inauguró oficialmente el Parque de la Providencia.

Maravilloso barrio de nuestra parroquia, donde es un auténtico placer visitar y acceder a él, bien caminando por la ruta del Cervigón, bien en bicicleta por carretera desde el Rinconín o por cualquier otro medio, conjugándose el verde de sus prados, con el azul de su mar.