La Romería de Somió en los textos del cronistas Joaquín A. Bonet

Autora: Gracia Suárez Botas

Porfolio fiestas de El Carmen 2014

Ya fue hace unos años cuando encontré entre los libros de la biblioteca de mi hermano, el ilustrador Juan Botas, (1958-1992) los dos tomos de la “Biografía de la villa y puerto de Gijón”, obra del cronista gijonés Joaquín Alonso Bonet. Los guardé con especial cariño porque entre sus páginas descubrí un folio manuscrito por un Juan muy joven, que contenía abundantes anotaciones sobre la romería de Somió; eran diferentes apuntes aun sin ordenar, que había recogido de esta obra. Siempre supuse que sería un proyecto quizás inacabado de un artículo para la parroquia, donde recogía información sobre el templo parroquial, su trayectoria y arquitectura para después describir la romería de la virgen del Carmen.

 Retomo yo en este verano de 2014 ese viejo proyecto, y lo hago fiel a los textos del cronista gijonés a quién admiro, y que transcribo a continuación, acompañándolos con unas magníficas postales antiguas del Museo del Pueblo de Asturias y un grabado de la Ilustración Gallega y Asturiana.  Unas imágenes que recrean al igual que las palabras de Joaquín A. Bonet, aquellos viejos tiempos en las primeras décadas del siglo XX, sus paisajes y sus paisanajes. Con el deseo y la intención de que esta evocación histórica sirva para conocer mejor el pasado, recuperando la memoria de aquellos años y tras este descubrimiento, llegar a valorar aún más este bello entorno que nos rodea, saber conservarlo y poder transmitirlo a las generaciones futuras.

Las parroquias de Tremañes, Ceares, Castiello de Bernueces, Cabueñes, Granda, Deva y Somió tenían su correspondiente fiesta anual, en que el pueblo gijonés pasaba al campo. La última, Somió, era la que parecía resumirlas todas, como una prolongación del casco urbano en la campiña, un parque natural que se fue poblando de casas y residencias situadas aquí y allá. En lo alto, el “Molino”, como un hito, y por diversos sitios, carbayeras soleadas y verdes que llevan a lugares insospechados, frecuentemente asomados a la cinta azul de la marina, sobre acantilados impresionantes.

El Carmen de Somió era la fiesta más sonada. Se había instituido en la desaparecida capillita del barrio de la Guía, y fue trasladada a la parroquial a finales del siglo XVIII. Arraigó allí la devoción por la Virgen guía de los navegantes, y puede decirse que, a partir de la Pascua florida, era objeto de la devota visita de gentes de todas las procedencias, en domingos y fiestas, hasta el otoño. Se volcaba el pueblo en la parroquia, porque para el pueblo, ir al campo era ir a Somió.  Allí estaba, todo el tipismo romeriego de Asturias. Los coches charolados de los señores, las “cestas” de punto, tranvías y riperts, en servicio intensivo, y pequeños ómnibus, en los que se pagaba a real el viaje desde Gijón. Caminos polvorientos llevaban hasta el campo de la romería, que no todos los años era el mismo. Calor sofocante, aumentado por la indumentaria al uso, nada veraniega. La gaita y el tambor, el bombo incesante, y los organillos. Ríos de sidra, vino, cereza y ¡agua de limón fría como la nieve! Hormigueaban las gentes por el barrio de La Redonda, y sobre todo por Villamanín, centro casi geométrico de la parroquia, por donde solía pasar, en coche o a caballo, el Duque de Tarancón, camino de su finca, famosa porque de ella se decía que contenía árboles magníficos traídos de diversos continentes. Era una mansión de empaque regio, escogida por su dueño al casar con una hermosa asturiana, hija del marqués de Camposagrado, para quedarse, definitivamente, entre nosotros, hasta su muerte en 1911.

Ya no existía ni el más leve indicio de aquel templo de San Julián de Somió, del siglo X, que se cree reedificado en el XVI, apareciendo, ya como parroquial, un siglo después. En el mismo lugar habría de levantarse el magnífico templo parroquial de hoy, inaugurado y abierto al culto el día 19 de marzo de 1933. “Biografía de la villa y puerto de Gijón”, (1968) t. II, pp. 26-27.