Autora: Virginia Álvarez-Buylla Bustillo
Porfolio Fiestas de El Carmen 2014
Una de las cosas que más me gusta de mi barrio es su diversidad. No hay dos casas iguales. Aparte de dos o tres conatos de casas adosadas que afortunadamente no prosperaron, cada casa refleja la personalidad de sus dueños o del arquitecto que las diseñó. Todos los propietarios intentan reflejar su casa soñada, eso hace que la mayor parte de ellas sean hermosas, diferentes, algunas con las típicas antojanas asturianas, de piedra, sobrias, otro más rococó estilo francés, algún hórreo que otro y claro también hay algunas bastante feas, pero son las menos.
Casi todas tienen en común el tamaño. Todo el mundo quiere tener en su nuevo hogar lo que le faltaba en el anterior y casi siempre se le va de las manos, una habitación para el ordenador, un dormitorio para cada uno, lugares especiales para los niños. Al final el precio se dispara y no hay manera de tenerlo todo limpio y arreglado para las visitas como antiguamente. En esto hemos ganado, ya no hay visitas sólo hay amigos que vienen a compartir nuestra vida y a disfrutar con nosotros. Creo que nuestras casas deberían estar casi siempre llenas, es bueno compartir, las risas de los niños, el té con pastas para los mayores, o el vino y la sidrina, y los bocadillos. Todo vale para hacer la vida más agradable.
En Somio conviven las viejas casonas, llenas de empaque, algunas muy bien conservadas, rodeadas de espléndidos jardines llenos de hortensias, glicinias, calas, rosas que ofrecen sus perfumes y sus colores a los paseantes. Porque en nuestra tierra la vegetación crece exuberante, esta mezcla de humedad y clima templado, sol con más frecuencia de lo que se cree y agua de vez en cuando hace que cualquier árbol o flor traídos de cualquier parte del mundo crezcan en un santiamén. Mi abuelo Gerardo tenía en su jardín entre otros un cedro que había traído del Líbano.
Otras mansiones que en su día fueron hermosas ahora están casi en ruinas, sin flores, sin caminos, cubiertos de malas hierbas, llenos de maleza. Son casas misteriosas que nos hacen pensar con pena en los antiguos propietarios que un día las construyeron con ilusión y que las han perdido.
Sería interesante saber las historias de las casas somionesas, quién las construyó, cuando, si siguen viviendo allí personas de la misma familia. Con muchos de esos datos se podría escribir una historia fascinante, de momento es un proyecto, pero puede ser una realidad algún día. Lo guardaré en mi baúl de cosas pendientes.
Una de las características de nuestro barrio es la afición a la privacidad de sus habitantes. Todos construimos grandes muros que rodean nuestras casas y que las hacen difíciles de ver a los que pasan por allí, aunque se pueden vislumbrar a través de unas verjas, un agujerito en el muro o desde lo alto de las pequeñas colinas o montículos de los que está lleno Somio y eso ya es un disfrute. Los caminos tienen nombres de flores, camino de los geranios, o de las lilas, o de las rosas, supongo que originalmente las casas que rodeaban esos caminos estaban llenos de esas flores, en particular. Ahora sólo sucede en algunos de ellos. Es fácil perderse, pero es todo tan hermoso que no importa porque todo te invita a soñar. Somio es un lugar para pasear con calma, para encontrarse con una misma, para recrearse en el silencio, para olvidar las prisas y el estrés de la vida.
