Les grandes oriciades de antaño

Autor: Francisco Luis Rodríguez

Porfolio Fiestas del Carmen 2010

Trataré de recordar brevemente, lo que en los años 1950/60 se podría considerar casi, como una tradición popular, entre los vecinos de ésta hermosa Parroquia de Somió. Me refiero a la pesca (masiva) de oricios, en los magníficos pedreros existentes en la Parroquia, aprovechando las grandes mareas de los meses de invierno. Esta pesca era efectuada por personas de todas las edades y condiciones, puesto que, para poder efectuarla, no se precisaba licencia, sin existir límite alguno al número de capturas, existiendo, por tanto, total libertad de ejecución. Los pedreros más escogidos eran: el de Peñarrubia y el de Serin; tanto por su enorme extensión como por la gran cantidad y calidad de los oricios que contenían, siendo normal que, en los días señalados con grandes bajamares (mareonas) se veían a docenas de pescadores extrayendo de las piedras y pocinos una y otra vez las tan codiciadas presas.

Para ello se llevaba un pequeño gancho de acero con el que se extraían los que se hallaban incrustados en las rocas; también se solía llevar un truel para coger los que estaban en el fondo de los pocinos; la extracción solía durar una media de 2/3 horas. Pudiendo coger cada pescador, sin agobiarse, un montón de kilos, llenando normalmente 1 o 2 paxos con facilidad. En ocasiones se reunían varios amigos para acudir juntos a la pescata, por lo que, además de las paxas solía llenarse un sacu grande, el cual, seria transportado alternativamente por cada uno de los pescadores, debido al enorme esfuerzo que ello suponía.

Una vez dada por finalizada la pesca llegaba la parte mas penosa de la misma, la cual consistía en subir todo lo capturado desde el pedreru, hasta encima del acantilado, realizando esto a través de los tortuosas sendas que entonces existían (en nada parecidas a las actuales) teniendo que agarrarse en algunos momentos, a las piedras o hierbas, para evitar resbalar dada la sinuosidad y enorme pendiente de las mismas. Por lo que era normal, que algunos se sintieran incapaces de transportar el sacu. Una vez en la cima del acantilado, el porte se hacia mucho mas descansado, siendo normal, hacer un pequeño alto, para retomar energías, aprovechando para echar un tragu de vino, de la bota que solía llevar alguno de los pescadores.

Para los que vivían en San Lorenzo o La Pipa el trayecto a recorrer se hacia mas llevadero, no así a los que tenían que bajar hasta el barrio de Fojanes o Fontanía, por ejemplo, puesto que, la distancia a recorrer es mucho mayor, pero, aun así, se tomaba todo muy deportivamente, llegando a casa como suele decirse: “cansados pero contentos”. Por que hay que tener en cuenta, que, en aquellos tiempos, el trayecto a los pedreros se hacia totalmente a pie, puesto que, por aquellos caminos y aunque alguno tuviera un vehículo a motor se hacia difícil utilizarlo, debido al mal estado del pavimento, lleno de baches por todas partes.

Una vez los oricios depositados en los respectivos domicilios de los pescadores, se consumían, bien en familia, o compartiéndolos con otros amigos, siendo normal darse una tremenda FARTURONA (ORICIADA) regada generosamente con buena sidra  (a veces de cosecha propia), pasando así unas tardes inolvidables, armonizándolas con canturreos de todo tipo (no siempre bien afinados) y conversaciones variadas, incluyendo eso si, comentarios referentes a las incidencias de todo lo ocurrido durante la gran pescata, terminando siempre haciendo todo tipo de planes para acudir a participar en la próxima MAREONA.

Y así sucesivamente

Como comentario final diré que: ¡¡ vaya bien que se pasaba!!