Los costes para producir un litro de leche se dispararon un 58% en los últimos cuatro años

Autora: María Agra

Fuente: El Comercio

Publicado el 1 de mayo de 2023

La sequía, los recortes en la Política Agraria Común y la guerra de Ucrania suponen una tormenta perfecta que dispara los costes de producción.

La ganadería, tanto de carne como de leche, está en crisis endémica no ya solo en Asturias, sino en todo el país y en buena parte del continente. La situación mundial de los últimos años no ha hecho sino poner aún más en jaque a miles de ganaderos que han tenido que hacer frente al feroz aumento de los costes de producción por el impacto combinado de unos precios para sus productos bajos de salida y un incremento de sus costes de producción a causa de la covid primero, de la crisis de materiales después, de la guerra de Ucrania (que ha desequilibrado el mercado mundial de cereales de alimentación animal) y, ahora, de una sequía que suma inflación a los costes de producción a los que los ganaderos tienen que hacer frente.

Sumando unos y otros incrementos, y teniendo en cuenta que la cifra solo puede ser una aproximación, producir un litro de leche es ahora un 58% más caro que en 2019, si bien los productores han percibido también un incremento de los ingresos por la leche. Con una diferencia: la subida de costes se manifestó ya con toda su crudeza en 2020, la del precio que reciben los ganaderos por la leche líquida empezó a constatarse cuando la industria, en 2022, percibió que corría un cierto riesgo el suministro. Que podía quedarse sin ganaderos. Y así, de los 35 céntimos que aproximadamente se pagaban por litro en 2019, en 2022 subió de forma bastante abrupta al entorno de los 50 y, en 2023, se están firmando contratos anuales que superan los 63 céntimos/litro de precio base. Un 80% de subida que, con todo, no es una solución definitiva y que de momento supone apenas un alivio para unos ganaderos que siguen muy vigilantes sobre costes e ingresos.

La ganadera Verónica Llano, de Ganadería Casa Salvador, en Navia, afirma que, efectivamente, «de 2019 a esta parte los ingresos se han visto aumentados ya que hemos conseguido que nos suban un poco el precio de la leche, lo que es un respiro, y -desde que se produce esa subida- han aumentado las vacas lecheras»

Sin embargo, que obtengan más ingresos no se traduce necesariamente en un aumento de los beneficios. Según apunta, «los gastos se han triplicado y, en el caso de la luz, ha llegado a cuadruplicarse». Esto, sumado a los «hachazos de Hacienda, sobre todo si se recibe alguna subvención», deja el panorama en tablas.

Iván Cañada, propietario de la empresa Agro Bahones de ganadería de carne y servicios a los ganaderos, precisa en ese sentido que, la trampa en la que se tuvieron que meter muchos pequeños ganaderos de leche en lo peor de la crisis de precios, cuando muchos se vieron obligados a vender vacas de último parto para obtener liquidez inmediata, supuso también una trampa económica a medio plazo: «Los ingresos pueden aumentar puntualmente si vendes vacas, pero no me vale de nada. El año pasado yo vendí vacas y tuve una alta facturación, pero fue contraproducente, porque Hacienda me metió un rejonazo enorme», por unos ingresos que a muchos ganaderos les hacían falta para compensar pérdidas.

Ahora, tercia Verónica Llano, «estamos ingresando más, pero, por donde entra, sale rapidísimamente para paliar todos los gastos: combustible, luz, piensos, forraje, el impuesto de autónomos, los gastos de taller de maquinaria o la reparación de averías, que siempre surgen, como cualquier imprevisto», esgrime.

El impacto de la sequía

Y si algo ha venido a demostrar la veracidad de que el mercado ganadero es tan volátil como lo pueda ser el de valores, eso es el actual episodio de sequía, que no solo afecta a Asturias, sino a todo el país, el sur de Europa y el norte de África. Zonas cerealísticas cuyas cosechas corren grave peligro o, en algunos casos, se dan ya por perdidas. Verónica tiene claro que esa situación es y seguirá siendo un sobrecoste, ya se está viendo «cómo no hay paja» y el precio de la poca que hay «se ha disparado una barbaridad». Señala que, este año, «en el primer y segundo corte de ‘raygrass’ (que lo hacemos tanto en bolas como en muros de silo) ya se vio que había mucha menos cantidad que otros años porque, claro, ha faltado el agua tan necesaria para todo».

Las fórmulas que se utilizan para la elaboración de los piensos de las vacas se ven condicionadas. «Aparte de los cereales, hay muchos piensos que llevan soja, que ha subido mucho, y también están los aditivos y correctores que, aunque estén en menor cantidad, todo suma». Para contrarrestar este desembolso, Llano indica que, en muchas ocasiones, la única opción que queda es «llevar las vacas al matadero -de nuevo la solución cortoplacista- para poder ir pagando facturas», un número que, desgraciadamente, va en aumento. «Eso conlleva que, donde hay poca leche, todavía haya menos», lamenta.

La suya es una ganadería con 245 vacas, de las que en ordeño suelen estar unas 150. Con esos números aún es factible, pero las explotaciones menores se las ven y se las desean: «Es que las ganaderías pequeñas van cerrando, no les sale rentable, acaban arruinados», explica Verónica Llano.

Un año de transición

Iván Cañada, por su lado, tiene claro que nada está aún estabilizado. Conoce bien tanto la ganadería de carne, que él ejerce, como la de leche, porque con sus tractores hace todo tipo de servicios agropecuarios para otros ganaderos. «Este año, 2023, va a ser un año de transición. Seguimos con costes de producción elevados, aunque el fertilizante haya bajado un poquito. Lo más importante que tenemos es la ayuda que viene vía PAC (Política Agraria Común) de la Unión Europea, aunque tienen muchas exigencias».

Y vuelta al condicionante de la burocracia, de la que los ganaderos se quejan habitualmente de que es diseñada por técnicos que no pisan una explotación nunca. Un ejemplo es, precisamente, cómo se accede a esas ayudas de la PAC: «Ahora tienes que declarar cada finca. Antes ibas y, para hacer el expediente, lo que tenías que hacer era enseñar las fincas a través del SIGPAC (Sistema de Información Geográfica de Parcelas Agrícolas). Ahora, en cambio, tienes que ir finca por finca y especificar para qué la dedicas, si para siega o para pasto, y dentro de esos trámites tienes que cumplir unos requisitos como, por ejemplo, la ‘siega sostenible’ que dicen». ¿Por qué no es lógico? Cañada lo explica: «Te dicen que tienes que estar del 15 de junio al 15 de agosto sin segar, y eso es inviable porque aquí es cuando se hace el forraje y cuando haces el seco del heno». Los plazos de la Administración y los de la naturaleza no siempre coinciden.